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Percepción Jerárquica

Percepción Jerárquica
(fragmento del libro "El día habla: yo también soy Cercei Lannister", por Divina Buenaventura Estupefacta)

Tengo un amigo de 75 años. Viene a mi casa de vez en cuando, a charlar sobre la vida, sobre los acontecimientos sociales, actualidad, relaciones humanas... etc. Nos tenemos mucho cariño. Él tiene estudios primarios, y una educación jerárquica en la que el médico de su pueblo era alguien a quien llamar de Don, alguien superior. Me habla de los ingenieros que eran sus jefes de fábrica, con admiración y miedo. Observo en él toda la violencia con la que se codifica el inconsciente de las personas para sostener esas jerarquías. Observo también en mí que ya no tengo a ese Ché que saltaba automáticamente cuando escuchaba a alguien hablar de su inferioridad con tanta resignación. 

Me asombra poder escucharle con el interés que le produce a quien no busca cambiarle, o rescatarle de su sentimiento de inferioridad. Antes, sus niveles de aceptación de lo que estaba configurado más alto en su escala de valores, eran mucho más altos. Encumbraba al director del banco, a su médico, que dice que se parece a Sharon Stone, a Leopoldo Abadía y a Eduard Punset. A medida que se fue desarrollando la crisis económica, y fue viendo lo que sucedía en los bancos, se fue dando cuenta de que el director era simpático con él, porque quería venderle sus productos. Sí, el director le hablaba de su familia, le decía “no contrates esto, contrata esto otro... es mucho más seguro. Yo no te voy a contratar algo que no te dé seguridad... bla bla bla”. Le engañó con honestidad y con camaradería, porque la honestidad muchas veces sirve para engañar. Y así se fue dando cuenta, un poquitín más, de que quizás, el director que se hacía su amigo, que parecía tan raudo a avisarle de los inconvenientes y peligros de los productos de su banco, no era más que una marioneta del sistema, atrapado en sus propias miserias, ciego por sus propias metas, presionado por sus objetivos, considerando a los clientes como sus recursos, sin ser capaz de ver a las personas. También se da cuenta, me dice, de que él tomaba al director como su recurso, que se hacía amigo de él porque le daba cierta importancia ser amigo de un director de banco, porque en su percepción jerárquica, el alimento es tener amigos de la élite, no quedar fuera del grupo que dirige, aunque uno no dirija nada, y esa élite le utilice a uno para sostenerse en la cumbre y hacer piso en el que apoyarse.

Pero al menos, le da una palmadita en el hombro cuando se lo encuentra por la calle, y así siente que la gente que le conoce le mira y piensa “oh! a Celestino el director de Bancatela le trata con familiaridad... eso debe de ser porque tiene dinero” después él, como en una especie de fractalización comparativa, se va sintiendo superior a otros a los que mirará por encima del hombro, o aparentará ser su amigo y ayudarlos, desde la superioridad del que dice "menos mal que a mi no me pasa lo que le está pasando a él"...


Porque, a fin de cuentas, quien está sosteniendo esa percepción de jerarquías, se hace yonqui de escuchar o percibir que los demás le miren a uno con admiración, o con envidia, y se hace enemigo acérrimo de los juicios que le miran a uno como un perdedor. Se cree que los que le halagan son amigos, y los que le critican enemigos; ciego a la verdad, que es que son la misma cosa, ciegos y más ciegos que se dedican a observar las vidas de los demás, porque temen ver la realidad de las suyas propias. Unos halagan por miedo a ser excluidos, otros critican y atacan porque ya fueron excluidos, y habitan la rabia del que se siente fuera del muro. 


Una carrera insaciable por la pertenencia, por formar parte del diseño que aprueba a la imagen que cargo encima mío.

Sostener el peso de alimentar una imágen, lo cual incluye defenderla cuando se meten con ella, alimentarla cada día, para que no se sienta fracasada. Tener una imagen es como tener un hijo tonto al que cargar. Se lleva todos los recursos, porque no quiere sentirse incómoda, no quiere sentirse ridícula, no quiere sentirse excluída... así que, lloriquea y lloriquea cuando no le damos la teta que pide. 


Sí, sostener una imagen no es cosa fácil. Además, se convierte en moneda de cambio para ser alguien manipulable, y para aprovechar después y acusar al que me manipuló, de ser alguien malvado. Sí, es cierto, te manipularon, te engañaron, te trataron como a un estúpido al que se podía engañar... porque sostienes una imagen que te sale cara, sostienes una imagen que está construida por el mismo engaño que buscas eliminar. Sostienes una imagen en la que quieres aparecer ante los demás como alguien im-portante... fíjate en quién es el portante que llevas dentro, más allá de esa pesada imagen, que parece un paso de semana santa que cargar sobre tus espaldas. 


Año 2017... va sonando el despertador... amanece...


Divina Buenaventura Estupefacta

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