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Proyecciones: los peligros del "pensamiento positivo"



  Dibujo de José Mataloni
"En estos tiempos escuchamos muchas teorías acerca de cómo la vida que vivimos es una proyección de nuestro interior. Los recientes avances en física cuántica nos llevan cada día más hacia esta idea. Sin embargo, si la comprendemos simplemente de forma intelectual, existe el peligro de enredarnos en sus engañosas artes. Maya, como decían los antiguos hindúes, que vendría a ser algo así como el sueño de la vida, es verdaderamente poderoso a la hora de enredarnos en el engaño.

Una de las principales barreras que hemos de superar en este sueño, es la de querer cambiar lo externo, y a la vez, querer cambiar lo interno. Existe una especie de galimatías en estas palabras, pues en realidad, para cambiar verdaderamente, es necesario no querer cambiar nada, ni interior, ni exteriormente, y el cambio auténtico viene cuando aceptamos todo tal y como es.

Por ejemplo, cuando uno comienza a darse cuenta de que efectivamente tiene un “poder” interno, por así decirlo, y que de nuestros pensamientos y creencias depende nuestra forma de vida, tenemos una primera tendencia que es querer vivir de determinada forma, es decir, querer transformar nuestra vida hacia una vida “mejor”. Entonces, el mismo pensamiento que es el que contiene toda la “oscuridad inconsciente” que proyectamos hacia fuera, el mismo pensamiento que nos mantiene en el dolor, trata de proyectar algo “positivo”. De esta forma nace el “pensamiento positivo”: creemos que cambiando nuestros pensamientos, cambiará nuestro mundo. Sin embargo, al cabo de un tiempo de “pensar en positivo”, uno se dará cuenta de que su vida no cambia verdaderamente, que el dolor sigue ahí, y que tengo los mismos problemas que tenía.

Cuando queremos cambiar lo externo con lo interno, seguimos en el mismo enredo de cambiar lo externo. El pensamiento intenta cambiar lo interior y dirigirlo hacia otro camino más “floreciente”, pero es el mismo impulso el origen del problema.

Veamos un ejemplo: tengo un problema en el trabajo, odio a mi jefe. Por supuesto, la moral me dice que odiar es malo, de modo que mi lucha interna consistirá en tratar de no tener el sentimiento de odio. Sin embargo, la realidad es que tengo un sentimiento de odio. El pensamiento positivo me dirá que ame a mi jefe, que me esfuerce por verlo amable, por ver su espíritu, su alma; pero yo no veo más que un ser detestable. Aún así, me autoconvenzo de que mi jefe es proyección mía, y trato de proyectar un “pensamiento positivo” sobre él para que la próxima vez que lo mire pueda ver una mejor persona, más agradable y amorosa que la que ahora veo.  Pero por mucho que nos esforcemos en intentar amar y perdonar a nuestro jefe, el resultado nunca tendrá ningún éxito, y de esta forma no saldremos del conflicto.

Sin embargo, si observamos el odio en nosotros mismos, si sentimos plenamente la sensación, sin juzgarnos por sentir odio, pues se trata de un impulso humano y común, este odio no encontrará el alimento de la resistencia, y finalmente terminará por desaparecer. Mientras que, cuanto más nos resistamos a sentirlo, más odio estaremos negando, más odio estaremos pues, proyectando al exterior. De esta forma nos encontraremos siempre con jefes tiranos, aunque cambiemos de trabajo, con maridos o esposas tiranos, y con un entorno que nos exprese su ira, que no es más que la ira de uno mismo enlatada y reprimida.

No hay forma de llegar al amor saltándonos el odio, o queriendo ignorar el odio y sustituirlo por amor. Simplemente, el amor está ahí siempre, antes de nuestra existencia, y solo es visible al dejar que quienes lo ocultan, desaparezcan, y para que puedan irse es necesario abrirles la puerta de la aceptación. La aceptación no es un esfuerzo, sino un permitir, y eso es posible cuando dejo de identificarme con aquello contra lo cual estoy luchando.


Siguiendo con el desarrollo anterior, podemos aplicar esto mismo a la abundancia y a la pobreza. Últimamente escuchamos mucho hablar de abundancia, de lo importante que es sentirse abundante; sin embargo, muchas personas no solo no logran sentir eso, sino que se desgañitan en sus esfuerzos y terminan por pensar que no son capaces de hacerlo.

Uno solo se puede sentir verdaderamente abundante cuando deja de sentirse escaso. Sentirse abundante no requiere de ningún esfuerzo. Ningún tipo de acto puede llevarte a sentirte abundante, sino que es cuando observamos nuestro miedo a la escasez y lo aceptamos, lo dejamos ser y florecer, cuando observamos que la sensación de abundancia es algo que ya está ahí, que no tengo que crear, ni alimentar, ni menos tengo que convencerme de nada que no sea por naturaleza parte de mí. 


De modo que la intención de este artículo es la de  devolvernos la sensación de que ya poseemos aquello que buscamos, y lo que nos sobran son justamente las creencias de que no lo tenemos, - o para centrarnos más, la identificación con esas creencias- los miedos a no alcanzarlo jamás y, sobre todo, los esfuerzos por convencernos de que siempre tenemos que estar eligiendo el lado positivo de la vida, pues la misma vida no se compone de una única energía, de un solo lado, y excluyendo parte de la misma continuaremos en la dualidad y en la división."

Fragmento del libro "El Espíritu Económico"


Comentarios

  1. genial .... desde mi Interior, reconozco que estas palabras resuenan con Inifinita Originalidad... gracias

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