Utilizamos de forma tan común esta palabra para decir de nosotros mismos que somos “responsables” o “irresponsables”, que ni siquiera nos detenemos a descubrir cuál es el objeto de nuestra responsabilidad, cuál es el baremo por el que medimos la presencia o ausencia de la misma.
“Yo soy muy responsable con mi trabajo”, solemos decir. Eso significa que hacemos las tareas que nos corresponden, que no dejamos nada pendiente y que cumplimos fielmente con las normas establecidas. Vamos a poner como ejemplo un caso que quizás algunos tachen de radical, y que sin embargo yo encuentro muy significativo, porque puede ser un ejemplo muy visible debido, precisamente, a la radicalidad de las circunstancias. Supongamos un soldado nazi en pleno florecimiento del partido. Una persona íntegra, correcta, responsable. El soldado recibe órdenes de sus superiores que le indican el trabajo a realizar: conseguir expulsar al mayor número posible de judíos de Alemania. Como él es muy “responsable” cumple fielmente con la tarea encomendada, y no se detiene a comprobar con respecto a qué o a quién ha sido responsable. Obviamente, lo ha sido con respecto a sus superiores. ¿Es así como entendemos la responsabilidad? ¿Con respecto a nuestros superiores? ¿Entendemos que ser responsable es hacer lo que se nos dice que hagamos, cumplir con las órdenes recibidas? ¿o bien podemos preguntarnos si la responsabilidad debe ser con algo mucho más amplio y grande que otra persona, o bien un partido, o un país? ¿quién tiene la autoridad para decidir que he sido responsable?
En el momento en el que decidimos que nuestra responsabilidad está regulada por otra persona, institución, estado, iglesia...etc., estamos ignorando la verdadera fuente de responsabilidad, que debe ser con nosotros mismos. Podemos cumplir con lo que una religión nos dice que hagamos, por ejemplo, acudir al rito cada semana. Nos sentiremos muy orgullosos de haber realizado una misión encomendada por nuestra religión; sin embargo, es posible que estemos haciéndolo únicamente con un motivo externo, por un mandato que lo único que satisface es nuestra sed de obediencia a otros.
Las personas buscamos que nos digan lo que tenemos que hacer, y de esta forma evadimos la verdadera responsabilidad. Mientras la ponemos en un punto externo, también estamos evitando las culpas en caso de equivocación: “me dijeron que lo hiciera”. Nos produce un enorme vértigo sentir que estamos solos a la hora de elegir la opción adecuada, y es que en realidad, estamos solos a la hora de elegir cualquier opción, y por eso pedimos consejo, o a veces, incluso exigimos que nos digan lo que tenemos que hacer. Algunas personas van de uno a otro, buscando que les resuelvan sus problemas, y cuando alguien les enfrenta consigo mismos y les pone de frente su responsabilidad auténtica, salen huyendo en busca de otra religión, o partido político, o psicólogo, o "maestro" que les imponga unas normas y les libre de esta terrible responsabilidad de ser el artífice de su propia vida y tener que tomar decisiones incómodas. Es más sencillo seguir viviendo en la monotonía, que romper con muchas de las ataduras que nos rodean. Cuando comenzamos a escuchar a nuestro interior, también comenzamos a tener que tomar decisiones difíciles, pero totalmente necesarias para poder ser responsables con lo que somos en realidad, y no con lo que la sociedad, o los padres, o los jefes, o el país quieren de nosotros.
Las personas buscamos que nos digan lo que tenemos que hacer, y de esta forma evadimos la verdadera responsabilidad. Mientras la ponemos en un punto externo, también estamos evitando las culpas en caso de equivocación: “me dijeron que lo hiciera”. Nos produce un enorme vértigo sentir que estamos solos a la hora de elegir la opción adecuada, y es que en realidad, estamos solos a la hora de elegir cualquier opción, y por eso pedimos consejo, o a veces, incluso exigimos que nos digan lo que tenemos que hacer. Algunas personas van de uno a otro, buscando que les resuelvan sus problemas, y cuando alguien les enfrenta consigo mismos y les pone de frente su responsabilidad auténtica, salen huyendo en busca de otra religión, o partido político, o psicólogo, o "maestro" que les imponga unas normas y les libre de esta terrible responsabilidad de ser el artífice de su propia vida y tener que tomar decisiones incómodas. Es más sencillo seguir viviendo en la monotonía, que romper con muchas de las ataduras que nos rodean. Cuando comenzamos a escuchar a nuestro interior, también comenzamos a tener que tomar decisiones difíciles, pero totalmente necesarias para poder ser responsables con lo que somos en realidad, y no con lo que la sociedad, o los padres, o los jefes, o el país quieren de nosotros.
Ser verdaderamente responsable es un acto de absoluta valentía; mientras que la responsabilidad a la que estamos acostumbrados es un acto de comodidad. Sin embargo, lo disfrazamos con la etiqueta de ser respetable por el hecho de cumplir con ciertas “obligaciones”, que no son más que las visiones de otros, capas de una cebolla de las que debemos desalojarnos si tenemos un verdadero interés por buscar la libertad.
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Excelente post.
ResponderEliminarSomos responsables con nosotros mismos y deberíamos hacernos responsables de las consecuencias de ceder a figuras de autoridad o cumplir con lineamientos por la mera obligación de cumplir aun cuando no estamos de acuerdo.
Sí Luna, es importante, difícil, pero muy necesario. Gracias por leer y comentar. Abrazos
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