Cuenta Steve Bhaerman en "La biología de la transformación" que los sacerdotes de Baal, en la antigua Babilonia, concedían créditos a los granjeros, cada primavera, para que éstos sembrasen sus cultivos. En la época de cosecha, los sacerdotes exigían el pago de lo prestado. Sin embargo, los sacerdotes regulaban también el suministro de dinero, es decir, ellos decidían cuál debía de ser la cantidad de dinero que había en circulación, y de esta forma reducían el suministro asegurándose de que no hubiese suficiente para que todos los granjeros pagaran sus créditos. Así no quedaba más remedio que seguir pidiendo más préstamos cada vez, aumentando la deuda, y también los beneficios de los sacerdotes. Repitiendo varios años seguidos la misma operación, los granjeros terminaban convirtiéndose en los esclavos de los sacerdotes que, sin producir nada, se llevaban todo el pastel.
Según el economista Richard Kotlarz, este mismo sistema de explotación continuó en Persia, Grecia y Roma, produciendo siempre las mismas consecuencias. Se repitió una vez más en el colonialismo y el imperialismo, y se puede ver hoy en día en las prácticas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y otras instituciones financieras. "Los gansters económicos de la era de la globalización se concentran en los países subdesarrollados, prometiéndoles libertad con créditos de desarrollo, pero lo que hacen en realidad es esclavizar mediante la deuda. La consecuencia de semejantes economías explotadoras es que siempre acaban matando a la proverbial gallina de los huevos de oro que producía el valor original tangible".
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