Fragmentos del libro "Los Fotogramas Invisibles: La Observación y la Economía en Convergencia"
"Curiosamente, cuando estamos cargados de valores morales artificiales, puede pasar una cosa muy interesante. A veces rechazamos la violencia de forma moral. ¿Qué quiere decir esto? Que si yo digo: “rechazo la violencia”, tengo que mirar desde qué lugar lo estoy diciendo. ¿Tengo miedo a la violencia? ¿Tengo miedo al conflicto? Porque entonces, es posible que esté “rechazando” la violencia, de modo que así la alimento.
A veces, cuando internamente tenemos un personaje moral que parte de esta premisa, nos encontramos que la vida nos pone en conflicto una y otra vez, en situaciones violentas. Entonces, ese mismo personaje moral juzga al otro: “eres muy violento”, pero no ve que la raíz del conflicto es su propio rechazo a la violencia por el miedo que le produce.
Lo más paradójico de todo es que, cuando aceptamos ese miedo a la violencia, el conflicto se desmantela por sí mismo y nos produce una visión mucho más amplia, que nos hace comprender al otro, nos permite ver qué experiencia está transitando la otra persona y, por tanto, integrarla, amarla.
Sin embargo, si tratamos de “amar a nuestro enemigo” desde la carga moral, eso resulta un esfuerzo inútil, pues es parte de un autoengaño.
En cuestiones cotidianas esto pasa también con el diálogo. Por ejemplo, admiro mucho a una persona o la necesito mucho, tengo un fuerte apego, entonces voy a estar huyendo del conflicto con él/ella para que esa persona no se enfade conmigo. Lo que tengo, en realidad, es un miedo a que el otro se enoje, a que me vea como una “mala persona”, a que piense que lo he hecho mal, que soy tonto... Puede ser entonces que la vida te ponga en esa situación repetitiva hasta que puedas ver el miedo que tienes al hablar con el otro, tratando en todo momento de huir del conflicto, tratando de esconder a ese personaje que se siente culpable, o estúpido. Entonces, si sabemos aprovechar esa situación, el mismo conflicto que nos producía tanto sufrimiento, se convierte en una excelente ocasión para desmantelar y aceptar ese miedo, para aceptar esos personajes que siempre hemos tratado de esconder. Si nos ponemos delante del miedo, sin huir de él, lo aceptamos, lo observamos con el ánimo de un descubrimiento, de saber qué es, simplemente de observarlo, entonces, la situación empieza a ser aceptada, y así se va desmantelando la carga que era la generadora del conflicto.
Observar a ese personaje interior que se siente culpable o tonto, o mala persona, o errado, desde un espacio de neutralidad, sin tratar de eliminarlo, es una aceptación inmediata del mismo. En el momento en el que acepto esas “taras” de mí mismo, estoy integrando automáticamente a aquel a quien antes excluía y juzgaba por temor a su reacción hacia mí, y lo mejor de todo, es que eso sucede sin ningún tipo de esfuerzo, solo por mi decisión de observar el miedo."
A veces, cuando internamente tenemos un personaje moral que parte de esta premisa, nos encontramos que la vida nos pone en conflicto una y otra vez, en situaciones violentas. Entonces, ese mismo personaje moral juzga al otro: “eres muy violento”, pero no ve que la raíz del conflicto es su propio rechazo a la violencia por el miedo que le produce.
Lo más paradójico de todo es que, cuando aceptamos ese miedo a la violencia, el conflicto se desmantela por sí mismo y nos produce una visión mucho más amplia, que nos hace comprender al otro, nos permite ver qué experiencia está transitando la otra persona y, por tanto, integrarla, amarla.
Sin embargo, si tratamos de “amar a nuestro enemigo” desde la carga moral, eso resulta un esfuerzo inútil, pues es parte de un autoengaño.
En cuestiones cotidianas esto pasa también con el diálogo. Por ejemplo, admiro mucho a una persona o la necesito mucho, tengo un fuerte apego, entonces voy a estar huyendo del conflicto con él/ella para que esa persona no se enfade conmigo. Lo que tengo, en realidad, es un miedo a que el otro se enoje, a que me vea como una “mala persona”, a que piense que lo he hecho mal, que soy tonto... Puede ser entonces que la vida te ponga en esa situación repetitiva hasta que puedas ver el miedo que tienes al hablar con el otro, tratando en todo momento de huir del conflicto, tratando de esconder a ese personaje que se siente culpable, o estúpido. Entonces, si sabemos aprovechar esa situación, el mismo conflicto que nos producía tanto sufrimiento, se convierte en una excelente ocasión para desmantelar y aceptar ese miedo, para aceptar esos personajes que siempre hemos tratado de esconder. Si nos ponemos delante del miedo, sin huir de él, lo aceptamos, lo observamos con el ánimo de un descubrimiento, de saber qué es, simplemente de observarlo, entonces, la situación empieza a ser aceptada, y así se va desmantelando la carga que era la generadora del conflicto.
Observar a ese personaje interior que se siente culpable o tonto, o mala persona, o errado, desde un espacio de neutralidad, sin tratar de eliminarlo, es una aceptación inmediata del mismo. En el momento en el que acepto esas “taras” de mí mismo, estoy integrando automáticamente a aquel a quien antes excluía y juzgaba por temor a su reacción hacia mí, y lo mejor de todo, es que eso sucede sin ningún tipo de esfuerzo, solo por mi decisión de observar el miedo."
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