Uno de los peligros de creerse “muy espiritual” (cosa que no es más que una idea) es pensar que uno tiene que hacer tareas “muy elevadas”, entonces tareas totalmente necesarias para la humanidad pueden quedarse vacantes porque todos deseamos una gran tarea. Se necesitan barrenderos despiertos, banqueros despiertos, jardineros despiertos, granjeros despiertos, profesores de yoga despiertos, árbitros despiertos, administrativos despiertos, terapeutas y comunicadores... No importa el trabajo que realices, pues si sabes quién eres, no tendrás necesidad de medirlo, de compararlo, de colocarlo en un status; ningún trabajo es inferior o superior, pues aquellos varemos solo existen a los ojos de la mente: en el corazón no hay medidas.
Aquí comparto unos cuantos puntos que he ido observando y descubriendo, acerca de dedicarse a una profesión asociada a un talento, a una pasión, a algo que resuena internamente... etc. Esta es solo mi visión. Punto 1: Me parece muy importante descartar las ideas “mágicas” y la asociación “trabajo=castigo” , tanto unas como otras, nos alejan de la realidad. En todo caso, creo que la realidad es más mágica de lo que uno cree, y lo es en forma real, porque tiene su obvio propio movimiento. Todo proyecto, por mucho que nos entusiasme, va a requerir de mucha implicancia y mucho trabajo. Si asociamos “como esto me gusta, me va a llegar todo solo”, estamos en un error, aparte qué aburrido...; y si asociamos “aunque esto me guste, la vida es un trabajo sacrificado y todo depende solo de mi esfuerzo”, estamos en el mismo error en la vía contraria, y sosteniendo una visión del año 1500... Creo que trabajar en lo que a uno le gusta es maravilloso, y cuando uno se implica mucho,...
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