Ayer, viendo una película sobre la segunda guerra mundial, recordé el peligro que los tiempos de crisis suponen a la hora de que supuestos “salvadores” aparezcan con ideas autoritarias que podrían sacarnos del desastre. Ellos parecen saber qué es lo que necesita un país, y suele estar muy identificado con el nacionalismo. Visten al sistema, al mismo sistema, de nacionalismo. Eligen un culpable. Fomentan el miedo y el odio a ese culpable, y después crean una supuesta solución que, por supuesto, pasa por elegirles a ellos.
Personalmente, no creo en nadie que proponga soluciones, porque no creo que las haya. Sin embargo, creo que lo único que podemos hacer es negar y dejar de fomentar lo que es evidentemente perjudicial. En mi opinión, la negación de lo que ya hemos probado y ha resultado un desastre, debería ser total y firme; pero seguimos buscando entre cenizas, a ver si queda alguna brasa que nos devuelva el éxito y esplendor que añoramos.
Quizás deberíamos plantearnos si no es precisamente esa búsqueda obsesiva de éxito y esplendor la que ha creado todo el problema. Con ella, cualquier sistema, cualquier cambio, cualquier “otra cosa”, será exactamente lo mismo.
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