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Del miedo y otros virus que lo acompañan


El miedo es una cosa peligrosa. Digo “cosa” porque hasta tiene consistencia: se huele. Uno observa la situación del mundo y se pregunta: ¿cómo hemos podido llegar hasta aquí? (Según la ONU, 24.000 personas mueren de hambre cada día) Pareciera que estamos gestionados, allá donde vayas, por la mediocridad, por la codicia, por la cobardía, por el silencio conformista y abigarrado de los que callan asintiendo... por la "maldad"... Sin embargo, uno también se pregunta cuántos "malos", en número, habrá en este mundo para que hayamos llegado a este punto (En el mundo hay 21 países en desarrollo que gastan más en armamento que en la escuela primaria) y no creo que la cifra de “malos” oficiales llegue a ser considerable... las cifras nos dicen que cada día mueren por asesinato unas 1500 personas en el mundo... 1500 personas asesinadas, frente a 24.000 personas que mueren de hambre... No digo que la primera cifra sea pequeña, en absoluto, es más, es escandalosa a estas alturas de la película y de la evolución; sin embargo, lo que me parece significativo es que la terrible cifra del hambre la mantenemos entre todos con nuestra indiferencia, con nuestros miedos, y con nuestra ignoracia; y sobre todo, con la forma de vida que hemos elegido y en la que nos encanta estar sumergidos, a pesar de saber que tiene ciertos "efectos secundarios" que de vez en cuando aparecen en la pantalla del televisor en forma de noticia de grado medio/bajo en el informativo. Me parece también significativo que tantas supuestas “buenas personas” que pueblan este planeta, no muevan una pestaña ante esta situación. ¿Por qué? Porque el día a día ya tiene bastantes problemas, me tengo que preocupar de , de mi familia, de mi trabajo, de mi pequeño entorno y... como mucho, de mis amigos... más allá... no me preocupa. (Las guerras en 35 países dejan a 20 millones de niños sin escuela)


Entonces uno sigue profundizando... y sigue observando que las “maldades” no vienen todas de “los malos”, sino que muchas de las peores miserias del hombre proceden de un porcentaje más que significativo de la sociedad. Proceden de la ignoracia, proceden del egoísmo, proceden de la avaricia... proceden de no querer mirar a los problemas... y sobre todo, proceden del miedo. El ser humano que se considera “bueno” porque no comete, supuestamente “actos terribles”, es incapaz de observar que mientras actúa solamente en su propio beneficio, muchas veces daña a otros. Es decir, que ignorar lo que sucede a nuestro alrededor, es una de las primeras razones para que funcionemos como ovejas becerras que solamente observan con un ángulo de treinta grados lo que tienen delante. El ser humano que tiene miedo y que quiere “sobrevivir a toda costa”, es capaz de darte una patada para conseguir el premio gordo de la semana, sin detenerse siquiera a pensar si el mencionado premio le será de utilidad.

El miedo es peligroso, y en estos días en los que las cosas están a la baja, y en los que las necesidades aumentan, se hace más peligroso todavía, porque el miedo es un virus más dañino que los que habitan en las ciudades, o en los estómagos. El miedo va acompañado de sus amigos, nunca va solo... y el resultado de sus andanzas suele ser terrible. Y sobre todo, de su querida e inseparable Ignorancia, aquella que prefiere cerrar los ojos y que observa desvalida solamente lo que quiere, generando una visión del mundo tan particular, que solamente la ven aquellos que son dominados por ella.
Siempre seremos esclavos si nos dejamos dominar por estos insidiosos dictadores.
Por eso es tan importante que hagamos una profunda valoración de nuestros sentimientos. El mundo no funciona sin cooperación, sin generosidad, sin amor, en fin. El mundo no funciona, ni funcionará, si seguimos pensando en acumular, en mantener, en tirar de una cuerda que está a punto de romperse y la cual es imposible arreglar.
“Los otros”, aún no están muertos (y no quiero desdecir a Amenábar)... “los otros” son aquellos que aún están sufriendo tan cerquita, compartiendo este mismo punto universal que hemos llamado Tierra y que necesita de la participación de todos para que podamos convertirlo en el lugar maravilloso que podría ser.
Prueba la generosidad, no tengas miedo: no mata, no ofende, no daña... y además, suele venir de vuelta


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