La presión invita a la auto-referencia. Invita a darse cuenta de que
uno no se atrevió, quizás, a pisar su baldosa, a elegir lo que ve,
porque duda acerca de sí mismo. Porque uno se cree que lo suyo no vale.
O porque, sencillamente, uno no quiere asumir sus posibles errores.
Gracias a la presión, uno va viendo cómo, internamente, está creciendo un brote de algo nuevo, de una expresión que es en sí misma auto-referente, una expresión que no es la posición de ningún grupo, ni ideología, ni tiene que ver con la sociedad, sino con uno mismo. Ese brote no reclama a nadie por ser, porque simplemente es, y crece despacio, y se responsabiliza de la baldosa que pisa. Se sabe pequeño, y eso no es molestia alguna, porque es pequeño y legítimo. No está cegado a la escucha, no huye de nada, no está sometido a nada.
La presión de la realidad ayuda a la descompresión interna, a la desidentificación con toda la referencia externa a la que estoy apegado. La presión mete en la caldera a la competencia, a la comparación, a la supervivencia, a la protección, a las vinculaciones desde el pasado... y las somete a tal punto de presión hasta que se puede refinar la percepción lo suficiente, para distinguirlas y dejen de ser referencias.
La particularidad, el individuo, tomando sus decisiones, se expresa, por primera vez, desde el amor a sí mismo que no procede de si.
La presión es la caldera en la que se funden los diseños de lo que solo experimentamos ser por un instante, pero que quisimos perdurar demasiado en el tiempo.
La presión nos permite ver con claridad las decisiones que tomamos para dejar de ser nosotros mismos, y elegir una máscara con la que ser aceptado. La presión nos permite responsabilizarnos de esas decisiones y, por tanto, ser parte, también de la solución de todas aquellas decisiones que nos sacan de nuestro ser.
¿Qué dirección voy a tomar? Y en la caldera de las presiones, el brote va haciendo acto de presencia. La dirección no es producto de un análisis mental, sino de lo que crece internamente al ser evidentes todos los caminos que se desvanecen.
Esto no son solo palabras bonitas, sino el uso real de la presión externa en el interior del individuo. Enamorarse de las palabras y huir de la vida y sus conflictos, es fácil; pero tomar esa decisión interna de asumir los puntos de presión, solo cada uno sabe en qué forma profundiza dentro de si.
Gracias a la presión, uno va viendo cómo, internamente, está creciendo un brote de algo nuevo, de una expresión que es en sí misma auto-referente, una expresión que no es la posición de ningún grupo, ni ideología, ni tiene que ver con la sociedad, sino con uno mismo. Ese brote no reclama a nadie por ser, porque simplemente es, y crece despacio, y se responsabiliza de la baldosa que pisa. Se sabe pequeño, y eso no es molestia alguna, porque es pequeño y legítimo. No está cegado a la escucha, no huye de nada, no está sometido a nada.
La presión de la realidad ayuda a la descompresión interna, a la desidentificación con toda la referencia externa a la que estoy apegado. La presión mete en la caldera a la competencia, a la comparación, a la supervivencia, a la protección, a las vinculaciones desde el pasado... y las somete a tal punto de presión hasta que se puede refinar la percepción lo suficiente, para distinguirlas y dejen de ser referencias.
La particularidad, el individuo, tomando sus decisiones, se expresa, por primera vez, desde el amor a sí mismo que no procede de si.
La presión es la caldera en la que se funden los diseños de lo que solo experimentamos ser por un instante, pero que quisimos perdurar demasiado en el tiempo.
La presión nos permite ver con claridad las decisiones que tomamos para dejar de ser nosotros mismos, y elegir una máscara con la que ser aceptado. La presión nos permite responsabilizarnos de esas decisiones y, por tanto, ser parte, también de la solución de todas aquellas decisiones que nos sacan de nuestro ser.
¿Qué dirección voy a tomar? Y en la caldera de las presiones, el brote va haciendo acto de presencia. La dirección no es producto de un análisis mental, sino de lo que crece internamente al ser evidentes todos los caminos que se desvanecen.
Esto no son solo palabras bonitas, sino el uso real de la presión externa en el interior del individuo. Enamorarse de las palabras y huir de la vida y sus conflictos, es fácil; pero tomar esa decisión interna de asumir los puntos de presión, solo cada uno sabe en qué forma profundiza dentro de si.
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