Un “valor” que hemos tenido siempre como muy importante, es la CON-FIANZA entre los vínculos humanos. La confianza, sin una estructura lógica en auto-referencia, se basa en una estructura lógica energética, que nos enlaza a referenciarnos en el otro por “valores”, por cariño, por lealtad...etc, premiando la referencia externa como un valor de la persona que confía. Esta forma de enlazarnos los unos a los otros, que quizás haya sido útil para otro tiempo, en este tiempo conflictúa para poner de manifiesto que existe otro tipo de vínculo, no basado en una estructura lógica fija, energética, lineal, sino en una estructura lógica flexible, no lineal, basada en una inicial auto-referencia que, siendo base, el posterior vínculo se puede ejercer desde la libertad, y no desde la condición energética del valor.
Para que se puedan reacomodar esos vínculos, los conflictos se expresan mostrando el “error” del vínculo lineal energético. Así, en muchas familias, amigos..etc. las personas, de pronto, que confían en alguien, se sienten traicionadas por ese alguien, o sienten que traicionaron, o ambas al mismo tiempo, y de repente sienten mucha DESCONFIANZA. La identidad “justiciera” rápidamente tiende a validar que el otro me hizo algo malo, o yo hice algo malo, sintiéndome víctima o culpable de la situación. Ese punto es preciso explorarlo, pues son los marcadores de mi identidad, que han de ser vistos e incluidos, asumidos, conocidos; pero si me quedo en ese punto, validando su “veracidad”, no puedo ir más allá de las fronteras de mi diseño establecido en el pasado.
Si puedo utilizar a la DESCONFIANZA como un puente, como un combustible hacia un vínculo lógico que, desde mi identidad, desconozco cuál es, entonces puedo ir permitiendo que mi percepción justiciera, amenazada o amenazante (da lo mismo) sea operada por esa otra forma de percepción más inclusiva.
Los seres humanos no somos confiables mientras no asumimos esa parte que es “desconfiable” dentro de uno. Mientras me vinculo energéticamente, por valores, no soy alguien confiable, pues cuando se van agotando las energías de utilizar los valores, tarde o temprano va a saltar la realidad de la identidad que hay debajo, con sus verdaderos instintos e intereses personales. El diseño ha tomado estos instintos como algo “malo”, pero a medida que se diluye la percepción de que sea malo, y empezamos a verlo como un sencillo o complejo recurso evolutivo humano, entonces podemos aprender a asumirlos y a ser realmente confiables, no desde el valor, sino desde la lógica de que soy un ser humano que ME HAGO CARGO de la verdad de mis instintos, de los marcadores biológicos desarrollados evolutivamente para explorar esta existencia, sin pretender atarlos, taparlos, o cambiarlos por algo en apariencia “mejor”, ni fustigarme por reconocer dentro de mí la envidia, la violencia, la traición... etc. porque tengo una lógica para ver que al asumirlos tal y como son, mutan constantemente hacia una madurez completamente nueva.
Si solo lo veo fuera, es porque tengo un punto ciego operándome, una identidad constituida de valores, que en mi propio ser “domestica” mis instintos, para sentirse una buena persona, mientras juzga los instintos que ve fuera, sin reconocerlos dentro de sí. “Yo nunca haría eso que me han hecho a mí”... El simple hecho de reconocerme en esa situación, ya permite que una nueva percepción vaya pudiendo entrar a operar ese punto ciego.
Los valores tratan de domesticar al ANIMA-L, mientras que la lógica utiliza todas las estructuras lógicas evolutivas desarrolladas por ese animal, para madurar como ser humano en una nueva percepción en la que este combustible es necesario para que sea aplicado en el plano físico. La lógica funcionaliza el desarrollo lineal de estos marcadores para su expresión concreta dentro de un contexto con un propósito más allá que el del mero sobrevivir, o ser una buena persona.
Para que se puedan reacomodar esos vínculos, los conflictos se expresan mostrando el “error” del vínculo lineal energético. Así, en muchas familias, amigos..etc. las personas, de pronto, que confían en alguien, se sienten traicionadas por ese alguien, o sienten que traicionaron, o ambas al mismo tiempo, y de repente sienten mucha DESCONFIANZA. La identidad “justiciera” rápidamente tiende a validar que el otro me hizo algo malo, o yo hice algo malo, sintiéndome víctima o culpable de la situación. Ese punto es preciso explorarlo, pues son los marcadores de mi identidad, que han de ser vistos e incluidos, asumidos, conocidos; pero si me quedo en ese punto, validando su “veracidad”, no puedo ir más allá de las fronteras de mi diseño establecido en el pasado.
Si puedo utilizar a la DESCONFIANZA como un puente, como un combustible hacia un vínculo lógico que, desde mi identidad, desconozco cuál es, entonces puedo ir permitiendo que mi percepción justiciera, amenazada o amenazante (da lo mismo) sea operada por esa otra forma de percepción más inclusiva.
Los seres humanos no somos confiables mientras no asumimos esa parte que es “desconfiable” dentro de uno. Mientras me vinculo energéticamente, por valores, no soy alguien confiable, pues cuando se van agotando las energías de utilizar los valores, tarde o temprano va a saltar la realidad de la identidad que hay debajo, con sus verdaderos instintos e intereses personales. El diseño ha tomado estos instintos como algo “malo”, pero a medida que se diluye la percepción de que sea malo, y empezamos a verlo como un sencillo o complejo recurso evolutivo humano, entonces podemos aprender a asumirlos y a ser realmente confiables, no desde el valor, sino desde la lógica de que soy un ser humano que ME HAGO CARGO de la verdad de mis instintos, de los marcadores biológicos desarrollados evolutivamente para explorar esta existencia, sin pretender atarlos, taparlos, o cambiarlos por algo en apariencia “mejor”, ni fustigarme por reconocer dentro de mí la envidia, la violencia, la traición... etc. porque tengo una lógica para ver que al asumirlos tal y como son, mutan constantemente hacia una madurez completamente nueva.
Si solo lo veo fuera, es porque tengo un punto ciego operándome, una identidad constituida de valores, que en mi propio ser “domestica” mis instintos, para sentirse una buena persona, mientras juzga los instintos que ve fuera, sin reconocerlos dentro de sí. “Yo nunca haría eso que me han hecho a mí”... El simple hecho de reconocerme en esa situación, ya permite que una nueva percepción vaya pudiendo entrar a operar ese punto ciego.
Los valores tratan de domesticar al ANIMA-L, mientras que la lógica utiliza todas las estructuras lógicas evolutivas desarrolladas por ese animal, para madurar como ser humano en una nueva percepción en la que este combustible es necesario para que sea aplicado en el plano físico. La lógica funcionaliza el desarrollo lineal de estos marcadores para su expresión concreta dentro de un contexto con un propósito más allá que el del mero sobrevivir, o ser una buena persona.
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