Ir al contenido principal

El verdadero "fluir de la vida" y la "acción genuina"

 Fragmento del libro "LOS FOTOGRAMAS INVISIBLES: La Observación y la Economía en Convergencia", de Laura Fernández Campillo.

¿Qué diferencia hay, pues, entre el “fluir de la vida” y “dejar las cosas al curso de la vida”? Bien, con lo que yo he denominado fluir de la vida, para entendernos, incluyo un fluir interno, y no solo un supuesto fluir externo. Por ejemplo, puede que me diga: “quiero aprender a bailar”. Siento que quiero hacerlo. Sin embargo, me encuentro con un montón de inconvenientes cada vez voy a apuntarme a clases de baile. 

*Primero no encuentro dinero suficiente
*después no encuentro tiempo, porque me surgen muchos y variados “compromisos” que me incomodan…etc. 
*Y finalmente no puedo ir a bailar y me digo: “bueno, será que no tengo que bailar, lo que la vida me pone delante es lo que es”. 
Y esta última frase tiene una gran verdad, y una gran trampa. La gran verdad es que lo que la vida me pone delante es lo que es; es decir, la vida me está mostrando mis propias proyecciones, mis propios bloqueos. 

Por ejemplo, ese inconveniente de dinero es una proyección de mi primer problema. Normalmente observo el hecho “afuera”, y busco solucionarlo “afuera”, es decir, encontrar dinero. Lo voy a tratar de buscar afuera. Nuestra propuesta, como ya sabemos, es la de ir "hacia dentro". ¿Qué sensación me produce no tener dinero? En este caso sería, seguramente, escasez, miedo. Eso es lo que tengo que observar. Nada más. No tratar rápidamente de cambiarlo en lo externo. Y sigo observando el resto de inconvenientes y la sensación que me producen, por ejemplo, los "compromisos sociales".



Observo qué sensación me producen esos compromisos. Siendo completamente sincero conmigo mismo. Quizás lo que siento es una gran responsabilidad de hacer las cosas “correctas”, y bailar, en el fondo, me parece una tontería, una pérdida de tiempo. Entonces, esa responsabilidad se verá proyectada de modo que me surgirán muchas situaciones para que pueda aplicarla, compromisos de responsabilidad que ocuparán mi tiempo y no me dejarán tiempo para bailar. Igual que en el caso del dinero, normalmente voy hacia fuera a tratar de encontrar tiempo para el baile.  

Nuestra propuesta es la observación de la carga de la responsabilidad, de la escasez, o de la carga que aparezca en cada momento. 

De esa observación, completamente neutral, sin esfuerzo, sin querer cambiar nada, me voy a encontrar con una acción tremendamente inmensa que es ir viendo cómo mi “camino” hacia lo que genuinamente quiero hacer, bailar, se va limpiando de “intrusos”. Ahí sí, si verdaderamente era una acción genuina, se dará sin ningún inconveniente y encontraré las herramientas para hacerlo sin problemas. 

Por eso, es esencial darnos cuenta de que cuando decimos que todo se pone a nuestro favor en la vida cuando queremos hacer algo de forma genuina, estamos incluyendo que también la vida se pone a nuestro favor mostrándonos las proyecciones de los bloqueos que encontramos en ese camino, para que sean observados y así, limpiados.

Esa actitud de dejar que la vida se acomode sola, sin yo hacer mi observación interior es la que da lugar a la “espera”. Entonces me quedo supuestamente observando, pero en realidad estoy esperando que algo suceda, que algún tipo de "entidad superior", ya sea Dios, el Universo, o la divina providencia, me solucione todos mis problemas. En ese caso sigo "esperando" de algo externo a mí, que me arregle la vida. Lo que puedo hacer en este caso, si estoy ahí, es observar la sensación que me produce esta espera. Observar también el deseo que estoy pidiendo que suceda y que, por eso, me encuentro esperando en el tiempo que alguien o algo me lo conceda. 

Fluir con la vida es el fluir de uno mismo, de lo que sucede internamente. Entonces, la vida externa fluye armónicamente con lo que sucede en el interior. Si por dentro estoy apresado por las creencias, emociones e impulsos más primarios, entonces, por mucho que intente despreocuparme y dejar que todo suceda por sí mismo, lo que sucederá por sí mismo serán todas las proyecciones de la programación interna de mi condicionamiento.

Es siempre lo más cotidiano, lo más simple, lo que está poniendo frente a nosotros lo más importante que podemos ver en cada momento.
Pero ahora podemos preguntarnos ¿cómo sé cuándo tengo una acción genuina? Muchas personas se encuentran tan confusas que ya no saben qué es lo que quieren hacer. Por eso, hemos empezado por la observación de lo que no queremos, por ver cómo la vida nos proyecta las situaciones con carga y, al ser observadas, podemos ir descartándolas. Una vez que el camino está limpio, veremos entonces lo que realmente queríamos hacer desde el principio y no veíamos por estar velado por las cargas.
“Lo que quiero hacer” es un impulso total, que no está dividido; mientras que las acciones a las que me llevan las cargas, están divididas. Veámoslo con el ejemplo del capítulo anterior con el baile, y con un dibujo.

Supongamos que me he quedado en el paro y no sé qué hacer con mi vida:



Ni siquiera veo con claridad que quiero bailar; simplemente estoy confuso. Entonces observo lo que estoy sintiendo y pensando acerca de este tema. Veo que tengo una carga que es la responsabilidad. Esa carga me dice que tengo que dedicarme a algo “serio”, por ejemplo, un trabajo de oficinas, estable, con un sueldo fijo. Esa carga, lo que hace es DIVIDIR mi pensamiento. De esa carga va a nacer la contradicción, puesto que mi acción genuina es bailar, y eso está ahí antes del pensamiento, antes del conflicto. Entonces voy a tener pensamientos encontrados acerca del tema: “Me gusta bailar... ya, pero con eso no vas a poder comer... no me gusta la oficina... ya, pero me da de comer...etc” Así es como comienzan los diálogos mentales de los que soy esclavo, pues no puedo pararlo y me generan sufrimiento.   El pensamiento se pone en modo ACTIVO, por sí mismo, y se convierte en el director de tu vida. No puedes controlarlo; no puedes decirle que pare.

La acción genuina sería una VÍA DIRECTA, por eso en el dibujo la hemos puesto como una autopista. Esta vía no tiene división. Simplemente ES, y está ahí antes que todas las ideas posteriores que va creando el pensamiento acerca de lo que quiero o no quiero hacer. Voy por la VÍA, pero me encuentro con la primera carga, en este caso, la responsabilidad. Entonces esa carga, si le hago caso, si le entrego mi credibilidad, me va a sacar de la VÍA. Ahí comienza el pensamiento a dar vueltas porque se encuentra dividido. Si no estuviera dividido, no entraría en contradicción y, por tanto, se estaría QUIETO. Esa “vía de servicio” es la experimentación de la responsabilidad. Trabajaré en una oficina durante un determinado tiempo, hasta que la presión que me produzca la carga sea demasiado fuerte, o hasta que sea consciente de lo que estoy haciendo.

Las cargas entran a producir una gran presión cuando el tiempo de la experiencia en la vía de servicio toca a su fin. Cuando la carga aprieta, estamos teniendo una llamada de lo que verdaderamente somos para que, por fin, lo seamos. Ese sufrimiento es la campanada de la liberación si lo tomo desde la perspectiva adecuada. Así empiezo a observar la carga y esa observación produce que lo que estaba DIVIDIDO, pueda ser visto como una UNIDAD. Veo que en realidad, nunca estuvo dividido, pues lo único que estaba en esa situación era mi pensamiento.

La “carga” hace que lo que está unido sea visto como dividido y activa un pensamiento en contradicción. Cuando la carga no está, lo que sucede es que hacemos lo que siempre quisimos hacer, desde un principio: la acción genuina. Nos fuimos por las ramas durante un tiempo, porque teníamos que ser responsables, teníamos miedo a no sobrevivir de aquello... pero, cuando observamos las cargas y la identificación con ellas se marcha, entonces, hacemos lo que siempre quisimos hacer, y veremos que esa decisión tiene una sensación conocida, hogareña. Nos diremos, quizás: “Ahora me doy cuenta. Siempre quise esto, y lo estaba negando”.

Comentarios

  1. Hola Laura,

    Os sigo des de hace tiempo, quería hacer la siguiente reflexión en cuanto al observador que juzga, en el notado como una especie de ley del péndulo, cuando el observador del ser descubre el error del juicio el que juzga pasa a la polaridad opuesta y desde ahí te “ataca” con la misma fuerza que en la posición anterior, otras veces la alternancia es entre juzgarte a ti y juzgar a otro.

    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente. Es un péndulo constante Caminante. Muchas gracias por tu aporte. Un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Masculino, el Femenino y el Dinero

  "Equilibrio" Dibujo de José Mataloni EL DAR Y EL RECIBIR: MASCULINO Y FEMENINO Muchas personas dicen que se sienten más cómodas dando que recibiendo, por tanto, en ellas existe una programación mental previa para dar y no tanto para recibir. Recibir es la energía femenina. La naturaleza es una viva expresión de esta energía. La naturaleza recibe la energía del sol, que es masculina, y le otorga la vida. La naturaleza recibe, y al mismo tiempo da sus frutos. De hecho, utilizamos la palabra “natural” cuando queremos expresar que algo sale sin esfuerzo, como si fuera en la esencia de uno mismo. También decimos: “ es mi naturaleza ”, cuando queremos expresar que hacemos algo simplemente porque nos sale, como una vocación, o entregar una mano amiga o nuestro cariño cuando verdaderamente tenemos el impulso por el corazón. La naturaleza es un gran espejo en el que poder observar nuestra propia energía femenina. Durante cientos de años la energía femenina ha quedado r

DAR SE

Cuando das con la finalidad de recibir (reconocimiento, cariño, pertenencia, aprobación, validación...etc.), llegará un momento en que, al no recibir, uno cree que está “dando de más”, “que es tonto por dar a quien no lo merece”... etc... y quizás tenga razón en la superficie, pero en lo que sucede en lo profundo, es que está teniendo una finalidad no vista. Creía que estaba “dando de corazón”, pero estaba dando para recibir. La cuestión no es cuánto das, sino desde dónde das. Porque ese “desde dónde”, si no recibe, va a acabar culpando al afuera de que no le da lo que merece, de que no es visto, no es tenido en cuenta. Simplemente, no me veo, no me tengo en cuenta, y doy para recibir atención, aprobación, cariño... necesito que el afuera me diga que soy lo que yo mismo no puedo ver de mí, y si no la recibo, es “el otro” el culpable de no reconocer mi valía, valía que, yo mismo no puedo ver y por eso “obligo” al otro a que me reconozca. La generosidad de quien se posiciona en su valenc