CONFESIONES DE UNA SANTA (Honestidad Bruta)
¿Quién duda de la distorsión del Santo (72), o de la Santa (57)?
El Santo y la Santa, tienen frecuencias muy rápidas para sus “instintos”, tanto, que ni siquiera las ven. Ese 72 y ese 57, al actuar con el 7 cristalizado, no permiten que ese 7 VEA la realidad de lo que es, tal y como es.
Ese 7 cristalizado, en cambio, permite un constante autoengaño de la persona, porque sus instintos reactivos, sus cuatro marcadores, actúan en una frecuencia superveloz, que un 7 cristalizado no tiene capacidad para ver.
Así uno, cuando vive un personaje de este estilo, cree que no tiene reacciones “instintivas”, lo que pasa es que sencillamente, no puede verlas por la hipervelocidad a la que éstas se expresan. El hecho de no verse las reacciones instintivas, le mete en el autoengaño de creerse "superior" a los que sí las tienen. Esta es la verdad, aunque obviamente, la persona vuelve a autoengañarse y a decirse a sí misma que no, que no se siente superior a nadie, que es importante la humildad...etc., y el autoengaño así se convierte en una ruedad de la que uno no puede salir hasta que toma la decisión de empezar a autosincerarse.
A medida que se va descristalizando ese punto hiperconvergente, los observadores de mayor velocidad empiezan a tener un acceso a VER las reacciones de frecuencia más veloz. De modo que el Santo se va encontrando consigo mismo, con su verdadera realidad, con las reacciones que tanto tiempo juzgó en los otros, aunque obviamente, también se autoengañó para no permitirse juzgarlas en lo externo.
Se encuentra en sí mismo tantas veces que creyó "actuar de corazón", y descubre que sencillamente todo lo que hacía era, como cualquier otra persona a la que veía equivocada, en su propio beneficio, en el propio beneficio de la identidad particular.
La distorsión del Santo es algo difícil de observar, dada la velocidad de la reacción, sin embargo, en estos tiempos, al mutar el campo tan velozmente, eso nos está permitiendo que esas distorsiones se pongan cada vez más en evidencia y nos muestren el error de ver una supuesta “bondad genuina”, “me sale así”, “es de corazón”, como el programa hiperveloz que es.
Esta distorsión, en cambio, también tiene la oportunidad de tener unos enlaces frecuenciales muy veloces para la convergencia, como nos mostraron algunos santos.
Para la persona que experimenta este tipo de programa, “bondadoso” y servicial, un inconveniente muy grande es que, al ver la distorsión en el otro, la reacción hiperveloz juzga y critica, pero rápidamente aparece el programa justificando la distorsión externa. “El otro hace lo que puede, pobrecillo... etc”. Entonces la MENTE ELIGE, tan rápidamente que la persona no es consciente, la segunda opción, la de sentir lástima por el otro, porque es mucho más tranquilizador para su conciencia sentirse "un alma que perdona", sentir que no juzga y no critica, sentirse perfecto.
Lo que al santo le cuesta ver, es que en el momento en que elegimos “reacción o no reacción”, ya estamos polarizándonos. Pero si puedo permitirme observar la reacción tal cual es, y el programa bondadoso que no reacciona, también tal cual es, entonces, al tener ambas polaridades delante de mí, SIN ELECCIÓN, el programa empieza a desmantelarse.
Obviamente, el santo tiene mucho miedo a su propia reacción, pues estas frecuencias tan veloces son un rayo, de modo que, para ser un santo, he tenido que bloquear mucha distorsión, y el hecho de permitirme manifestar mi propia distorsión, no va con la imagen de santo que tengo de mí mismo. Necesito que los demás me vean perfecto.
Para poder descartar a este tipo de observador, es preciso que la persona pueda separar el enlace OBSERVADOR-INDIVIDUO, es decir, desidentificar los observadores de la persona, tanto de uno mismo (yo no soy mi observador), como también los ajenos (el otro no es su observador), pues si no hago esto, con tal de no descartar a la persona que tengo delante, no voy a descartar el observador; o bien descartando al observador, descarto a la persona pues no puedo ver sus potenciales, sino que solo veo su distorsión.
Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in terris”, el 11-4-1963 dice “lo que es condenable es el pecado, no la persona”. Ésta es una primera apertura de enlace a algo que ahora podemos ver en una versión mucho más consciente: separar al observador de la identidad de la persona. Descartar un observador no es descartar a la persona. Sin embargo, el santo tiene un enlace de circuitos 2, muy unido a la identidad 4, y esto le mantiene en una rueda muy apretada, hasta que, por observación sincera de sí mismo, puede hacer de ese 24 un 25.
El santo, con la frecuencia en modo AUTOENGAÑO, en realidad solo ve la distorsión del otro, no ve su potencial, entonces intenta AYUDARLO, ENSEÑARLO, necesita que haya otro delante con inferiores capacidades de entendimiento para poderlo enseñar, necesita que haya otro delante con necesidades, para poderlo ayudar...etc.
Ve al otro y piensa “pobrecillo”, a través del programa, pero esto viene detrás, es consecuencia, de una reacción hiperveloz de tercer plano que, en comparación, ve al otro inferior.
Es, según veo, un tema de suma importancia que sepamos ver la distorsión de nuestras propias “BONDADES”, puesto que este tema nos lleva a grandes confusiones. Si no sabemos distinguir en nosotros mismos esa distorsión del santo, tampoco la vamos a distinguir en los demás, de modo que convertimos al otro en un sustituto de nuestra auto-referencia.
El AUTOENGAÑO es la base de este programa al cual describo con detalle por propia experiencia. Estamos acostumbrados a ver al delincuente confesarse, pero es realmente extraño ver a alguien con programa de “santo” reconocer la distorsión del propio programa, sin cargas y con absoluta sinceridad, y no con la gravedad de la culpa, lo cual no tiene nada que ver con el reconocimiento sincero de lo que es.
972, el propósito del Santo, tiene en su inconsciente una constante necesidad de abrir conflicto a través del autoengaño, a través de decirme que no, cuando es sí, a través de necesitar sentir que estoy en la dirección adecuada, porque no soporto estar en el error.
97, por tanto, para mí, es un demonio, porque me está mostrando las reacciones que yo, en frecuencia hiperveloz, reprimo para poderme permitir ser un santo, ante mí mismo y ante los demás.
La libertad de verse la propia distorsión de la “bondad” es algo que no tiene nombre, ni descripción.
En cambio, cuando no nos miramos con sinceridad, no podemos ver que estamos necesitados de la atención de los demás, del halago y la validación de los demás, y que estamos generando dependencia en el otro, que está ansioso de recibir en referencia externa lo que solo le puede venir por un enlace propio con el vacío.
Por eso insisto tanto en la necesidad de Honestidad Bruta, sobre todo en las personas que tenemos y vivimos esa experiencia de estar programados para ser correctos, serviciales, amorosos y buenos. Detrás de todo el programa hay siempre algo GENUINO, pero eso no se va a mostrar hasta que no nos deshagamos del programa.
El Santo y la Santa, tienen frecuencias muy rápidas para sus “instintos”, tanto, que ni siquiera las ven. Ese 72 y ese 57, al actuar con el 7 cristalizado, no permiten que ese 7 VEA la realidad de lo que es, tal y como es.
Ese 7 cristalizado, en cambio, permite un constante autoengaño de la persona, porque sus instintos reactivos, sus cuatro marcadores, actúan en una frecuencia superveloz, que un 7 cristalizado no tiene capacidad para ver.
Así uno, cuando vive un personaje de este estilo, cree que no tiene reacciones “instintivas”, lo que pasa es que sencillamente, no puede verlas por la hipervelocidad a la que éstas se expresan. El hecho de no verse las reacciones instintivas, le mete en el autoengaño de creerse "superior" a los que sí las tienen. Esta es la verdad, aunque obviamente, la persona vuelve a autoengañarse y a decirse a sí misma que no, que no se siente superior a nadie, que es importante la humildad...etc., y el autoengaño así se convierte en una ruedad de la que uno no puede salir hasta que toma la decisión de empezar a autosincerarse.
A medida que se va descristalizando ese punto hiperconvergente, los observadores de mayor velocidad empiezan a tener un acceso a VER las reacciones de frecuencia más veloz. De modo que el Santo se va encontrando consigo mismo, con su verdadera realidad, con las reacciones que tanto tiempo juzgó en los otros, aunque obviamente, también se autoengañó para no permitirse juzgarlas en lo externo.
Se encuentra en sí mismo tantas veces que creyó "actuar de corazón", y descubre que sencillamente todo lo que hacía era, como cualquier otra persona a la que veía equivocada, en su propio beneficio, en el propio beneficio de la identidad particular.
La distorsión del Santo es algo difícil de observar, dada la velocidad de la reacción, sin embargo, en estos tiempos, al mutar el campo tan velozmente, eso nos está permitiendo que esas distorsiones se pongan cada vez más en evidencia y nos muestren el error de ver una supuesta “bondad genuina”, “me sale así”, “es de corazón”, como el programa hiperveloz que es.
Esta distorsión, en cambio, también tiene la oportunidad de tener unos enlaces frecuenciales muy veloces para la convergencia, como nos mostraron algunos santos.
Para la persona que experimenta este tipo de programa, “bondadoso” y servicial, un inconveniente muy grande es que, al ver la distorsión en el otro, la reacción hiperveloz juzga y critica, pero rápidamente aparece el programa justificando la distorsión externa. “El otro hace lo que puede, pobrecillo... etc”. Entonces la MENTE ELIGE, tan rápidamente que la persona no es consciente, la segunda opción, la de sentir lástima por el otro, porque es mucho más tranquilizador para su conciencia sentirse "un alma que perdona", sentir que no juzga y no critica, sentirse perfecto.
Lo que al santo le cuesta ver, es que en el momento en que elegimos “reacción o no reacción”, ya estamos polarizándonos. Pero si puedo permitirme observar la reacción tal cual es, y el programa bondadoso que no reacciona, también tal cual es, entonces, al tener ambas polaridades delante de mí, SIN ELECCIÓN, el programa empieza a desmantelarse.
Obviamente, el santo tiene mucho miedo a su propia reacción, pues estas frecuencias tan veloces son un rayo, de modo que, para ser un santo, he tenido que bloquear mucha distorsión, y el hecho de permitirme manifestar mi propia distorsión, no va con la imagen de santo que tengo de mí mismo. Necesito que los demás me vean perfecto.
Para poder descartar a este tipo de observador, es preciso que la persona pueda separar el enlace OBSERVADOR-INDIVIDUO, es decir, desidentificar los observadores de la persona, tanto de uno mismo (yo no soy mi observador), como también los ajenos (el otro no es su observador), pues si no hago esto, con tal de no descartar a la persona que tengo delante, no voy a descartar el observador; o bien descartando al observador, descarto a la persona pues no puedo ver sus potenciales, sino que solo veo su distorsión.
Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in terris”, el 11-4-1963 dice “lo que es condenable es el pecado, no la persona”. Ésta es una primera apertura de enlace a algo que ahora podemos ver en una versión mucho más consciente: separar al observador de la identidad de la persona. Descartar un observador no es descartar a la persona. Sin embargo, el santo tiene un enlace de circuitos 2, muy unido a la identidad 4, y esto le mantiene en una rueda muy apretada, hasta que, por observación sincera de sí mismo, puede hacer de ese 24 un 25.
El santo, con la frecuencia en modo AUTOENGAÑO, en realidad solo ve la distorsión del otro, no ve su potencial, entonces intenta AYUDARLO, ENSEÑARLO, necesita que haya otro delante con inferiores capacidades de entendimiento para poderlo enseñar, necesita que haya otro delante con necesidades, para poderlo ayudar...etc.
Ve al otro y piensa “pobrecillo”, a través del programa, pero esto viene detrás, es consecuencia, de una reacción hiperveloz de tercer plano que, en comparación, ve al otro inferior.
Es, según veo, un tema de suma importancia que sepamos ver la distorsión de nuestras propias “BONDADES”, puesto que este tema nos lleva a grandes confusiones. Si no sabemos distinguir en nosotros mismos esa distorsión del santo, tampoco la vamos a distinguir en los demás, de modo que convertimos al otro en un sustituto de nuestra auto-referencia.
El AUTOENGAÑO es la base de este programa al cual describo con detalle por propia experiencia. Estamos acostumbrados a ver al delincuente confesarse, pero es realmente extraño ver a alguien con programa de “santo” reconocer la distorsión del propio programa, sin cargas y con absoluta sinceridad, y no con la gravedad de la culpa, lo cual no tiene nada que ver con el reconocimiento sincero de lo que es.
972, el propósito del Santo, tiene en su inconsciente una constante necesidad de abrir conflicto a través del autoengaño, a través de decirme que no, cuando es sí, a través de necesitar sentir que estoy en la dirección adecuada, porque no soporto estar en el error.
97, por tanto, para mí, es un demonio, porque me está mostrando las reacciones que yo, en frecuencia hiperveloz, reprimo para poderme permitir ser un santo, ante mí mismo y ante los demás.
La libertad de verse la propia distorsión de la “bondad” es algo que no tiene nombre, ni descripción.
En cambio, cuando no nos miramos con sinceridad, no podemos ver que estamos necesitados de la atención de los demás, del halago y la validación de los demás, y que estamos generando dependencia en el otro, que está ansioso de recibir en referencia externa lo que solo le puede venir por un enlace propio con el vacío.
Por eso insisto tanto en la necesidad de Honestidad Bruta, sobre todo en las personas que tenemos y vivimos esa experiencia de estar programados para ser correctos, serviciales, amorosos y buenos. Detrás de todo el programa hay siempre algo GENUINO, pero eso no se va a mostrar hasta que no nos deshagamos del programa.
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