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El miedo: esa exquisita y delicada bisagra mental



"El miedo mental imita al miedo biológico, que existe para salvar nuestra vida, para que, si un día llego al borde del abismo, el miedo me avise de que dé un paso hacia atrás para mantener mi cuerpo a salvo.

La cuestión es que el miedo mental se coloca justamente delante de lo que somos, actúa como si estuviera salvaguardando nuestra vida, y la vida de los demás. Tememos mostrar nuestra ira, nuestra reacción animal, entonces la escondemos para no hacernos daño y no herir al otro. Como le damos toda la credibilidad a nuestro pensamiento, creemos que si nos permitimos mentalmente hacer aflorar esa ira, vamos a ir nosotros detrás, en lo concreto, a expresarla, y vamos a entrar en un conflicto. Otras personas actúan al revés, mostrando rápidamente la reacción, porque tienen miedo a sentir que se reprimen, tienen miedo a ser obedientes, a no mostrarse “tal y como son”. En ambos casos estamos dando más importancia a nuestra naturaleza instintiva, por encima de nuestra naturaleza real. El primero por represión, el segundo por arrastre. 

Como le damos tanta credibilidad a nuestros pensamientos, creemos que si nos permitimos observar toda la secuencia de pobreza que tenemos en nuestra cabeza, que si la "aceptamos", se nos cumplirá proféticamente. Y no vemos que es permitiendo la secuencia completa, en nuestra mente, aceptando plenamente todas aquellas vías precedidas por el temor, como se convierten en intransitables.

El miedo, entonces, nos permite experimentar ese no ser lo que somos por un tiempo, nos permite actuar desde el papel de reprimir, o desde el papel del contestatario automático o reactivo. Porque el miedo solo busca protegernos, como lo hace en la biología.

El miedo es pues esa delicada y exquisita puerta que tiene el doble sentido de meternos en la distorsión de pasarnos la vida buscarnos ser “alguien”, y la salida de aquella distorsión. Tiene el doble sentido de sacarnos del propósito y llevarnos a una vida en la que pasamos el tiempo detrás de la energía, detrás de las sensaciones, detrás de las imágenes, detrás de la felicidad...; o bien, de mostrarnos la salida de esa distorsión.

Así, una de las más sutiles trampas que nos encontramos con el miedo es “derivar” el propio miedo, buscar la despreocupación de los asuntos, quitárrnoslo de encima, encargarle a una entidad deídica las situaciones que me asustan... etc. Por un tiempo, quizás incluso me funcione; pero el miedo sigue ahí, y una nueva proyección vendrá que me permitirá sentir su presencia, la puerta sigue estando para que sea vista como tal, no para que sea salteada, huída o derribada.

¿Por qué no empezar a ver al miedo como la exquisita puerta de diamantes que es?.

El miedo te pone un director de vida ajeno a lo que eres, y también te lo devuelve.

El miedo, esa exquisita y delicada bisagra mental."

(MIEDO: 13+9+5+4+16 = 47)

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