Supongo que la mayoría de las personas que han decidido que quieren transformarse, han pasado por momentos (o están pasando), de profunda “soledad”. No se trata, - al menos para mí no fue así - de soledad física, de encontrarse “solo”, sino de no encontrar a casi nadie que compartiera esa “negación” de toda la forma de vida aceptada socialmente. Recuerdo que ansiaba salir los fines de semana, como si fuera a convertirme , como por arte de magia, entre las luces de la discoteca, en uno más, en una de aquellas personas a las que parecía no absorberles ese vacío en el corazón que me invadía a mí. Empecé a detestar, de pronto, los actos sociales, las “buenas” formas, el ir al cine en domingo o tomar un café por la tarde para hablar de “él me hizo y yo le dejé de hacer”. De repente sentía ira hacia todo, hacia cualquiera que manifestase ante mí la mediocridad del comportamiento humano. Los odiaba profundamente, porque no se planteaban por qué cada mañana sale el sol, o por qué vivi...
¿Es posible una Economía cuyo punto de partida no sea la necesidad y el miedo? Comparto mi visión acerca de lo que exploro en mi propia vida.