Se acude al principio de solidaridad cuando no sabemos generar por nosotros mismos. Pedimos que quien sabe generar, se solidarice con nosotros. La solidaridad, entonces, tiene un precio, tiene un coste. Si una persona quiere asumir el coste de traspasar los recursos que genera, a otra persona, esto tendrá su funcionalidad y motivos, dependiendo de cada caso y situación pero, en cualquier caso, le presuponemos una libertad de elección. Cosa muy distinta es que esto sea algo obligatorio, como valor: una exigencia de TRASPASO, en base a la imagen de que, si lo hago soy bueno, ni no lo hago soy malo. Si no soy solidario, soy egoísta. Si no eres solidario, te haré sentir culpable de mi situación. De acuerdo con esto, entendemos que estamos hablando de instancias bastante primitivas del ser humano, las que abrochan la elección de intercambios funcionales, a los valores. Este broche alimenta la dificultad de asumir nuestra inmadurez y la lógica de que “yo no puedo” "no soy capaz...
¿Es posible una Economía cuyo punto de partida no sea la necesidad y el miedo? Comparto mi visión acerca de lo que exploro en mi propia vida.