La palabra MENOSPRECIO nos abre una interesante percepción. Le doy MENOS PRECIO, menos valor a algo o a alguien. Si yo no me “menos-precio” a mí mismo, no hay cabida para que pueda menospreciar a otro, porque, digamos, las gafas con las que miro a otra persona y la veo con menos valor , son las mismas gafas con las que me miro a mí mismo y con las que me veo menos valor. Así nace el ÁNIMO, para contrarrestar la fuerza del menosprecio. Animo al otro para que no se sienta como me siento yo, porque lo veo desde las gafas de la lástima con la que me miro a mí mismo. Las personas que se menosprecian, necesitan animar a quienes ven como a sí mismos, porque necesitan VER lo contrario de lo que en realidad ven. Tienen unas gafas en su inconsciente con las que ven al otro igual que a sí mismos, sienten mucha lástima, mucha pena por los demás, igual que la sienten por sí mismos. La pena sostiene la decadencia. Un gran valor, la compasión entendida en el sentido de lástima, ha sido utilizado para...
¿Es posible una Economía cuyo punto de partida no sea la necesidad y el miedo? Comparto mi visión acerca de lo que exploro en mi propia vida.